Arruíname, Mátame, Olvídame

Soy de esa generación que creció en el tiempo en el que las cadenas privadas de televisión no sabía que hacer con su vida en esa franja horaria de las 15 a las 17 horas. Esa duda existencial fue rellenada con el concepto "película de sobremesa". Lo que venía a ser una producción de bajo coste norteamericana, basada en argumentos folletinescos. Como una telenovela sudamericana, pero con más medios y nombres de personajes más cortos.

En esas películas aprendimos que la vida es rocambolesca, pero también fuimos convenientemente adiestrados en las bondades del sueño americano. Esos ideales de democracia que tan bien sonaban, pero que a la hora de aplicarse no eran tan funcionales, pero de esta segunda parte nadie decia nada. Era como contemplar una preciosa escultura de cuerpo entero humano que estuviese recubiera de mierda hasta la cintura, aún así de cintura para arriba era un espectáculo maravilloso y todo el mundo así lo manifestaría, pero al mismo tiempo era como si nadie se atreviera a decir "¡Oh, my god! ¡Este Miguel Ángel huele a caca!

Quizá solo esté exagerando - que no lo creo - pero mi intención es resultar gráfico. Nuestra vida política se ha convertido en algo así. Un espectáculo a media voz donde señores con cara seria dicen que nos van a ayudar, ¿cómo es esa ayuda? Pues sumergiendoos más en el fango. Así de sencillo. La política, el Estado, desempeña el papel de padre severo que castiga al hijo - los ciudadanos - por su comportamiento alocado e irresponsable. "Hijo mio más me duele a mi pegarte...", "¡Y una mierda que te comas!" - que contesta algún hijo indignado que años más tarde se dedicaría a hacer acampadas en los centros de las ciudades.

Nuestros políticos nos están arruinando. Son mercenarios que trabajan bajo encargo de organismos que operan por encima. Las agencias de calificación son solo la mira del francotirador que apunta a la próxima victima, pero nada más. Para satisfacer las demandas de los que no quieren un redistribución de la riqueza hay que desmantelar el Estado del Bienestar europeo, y en eso, los más débiles siempre hemos sido España, Grecia y Portugal. Nuestro nuevo presidente reiteró en repetidas ocasiones antes de ser elegido que subir los impuestos era malo. Pocos días después del cargo anunció una dolorosa subida de impuestos, bajo el pobre argumento de "Yo no quiero, pero estos del PSOE han engañado a todos los españoles, incluido a nuestros economistas". Bobalicona excusa que no se cree nadie.

La Democracia nos está arruinando, mandándonos al empleo precario. Primero la sociedad nos enseñó que eres tan importante como el salario que tienes, una vez que te reduzcan el salario no serás nadie, así de fácil es esta ecuación capitalista. No solo está en juego el Estado del Bienestar, que no nos olvidemos que nuestro Bienestar se mantiene gracias a la sobreexplotación de multitud de países empobrecidos de África y Asia, sino la destrucción de la identidad personal: la capacidad de soñar y prosperar de cada cual. Cuando nos hayan terminado de arruinar en lo económico y personal, a los que se les ocurra enarbolas pancartas, en actos a pie de calle o a través de la red, serán adecuadamente anulados, mediante la represión con violencia o cayendo en el olvido. Toda voz discordante será un atentado contra el progreso, porque, a fin de cuentas, todos estos esfuerzos nuestros papás políticos los hacen por nuestro bien, para sacarnos de la crisis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario